Casi todos los habitantes de este
mundo somos adictos a las generalizaciones, y soltamos opiniones sin meditarlas
ni evaluarlas, vamos soltando opiniones sin fundamento alguno que, aparte de
ser falsas e injustas, dañan la buena fama de los otros.
¿Por qué nos atrevemos a emitir opiniones tan drásticas sobre la
conducta de los demás? Quizá porque nos tranquiliza pensar y decir: no soy
como ellos, cuando estamos siendo mucho peor: orgullo y presunción.
En realidad no sabemos nada del
microcosmos que es cada ser humano, y nos produce un cierto placer juzgar sin
tener elementos suficientes para lanzar una opinión que daña la buena fama y a
veces el honor de los demás. Pensemos que ni siquiera nos conocemos a nosotros
mismos y, por lo tanto, no tenemos ningún derecho a juzgar a los otros.
Te has puesto a pensar alguna vez
¿De dónde proviene la información que
tenemos y creemos que nos da la opción de juzgar a los demás?, ¿es confiable? A veces tiende a falsear
los hechos y origina prejuicios que son muy difíciles de eliminar una vez que
son emitidos, se quedan en la mente como verdades que serán imposibles de
borrar más tarde. Es por eso que la próxima vez que quieras emitir un juicio,
lo pienses dos veces y analices de donde proviene la información.
Hoy en día, el mundo está
indigesto de información, sobre todo los medios electrónicos nos tienen
saturados de noticias intrascendentes sin ningún valor, solo tratan de
mantenernos pegados a los medios para manipular los sucesos y asustarnos,
irritarnos o desesperarnos. De los cientos de noticias que te ofrecen, solo
unas cuantas son importantes y verdaderas, las demás son mentiras o
exageraciones para mantener a los oyentes o lectores, cloroformizados para
evitar que piensen o tengan un criterio adecuado para formar su propia opinión.
Evitemos pues esa plaga social de
juzgar sin tener elementos para ejercer la crítica mordaz y malévola, que
envenena las relaciones interpersonales, convirtiendo a la sociedad en una
selva humana donde reina la ley del más fuerte, y el miedo hace presa de las
almas, acabando con la armonía de una convivencia en paz y eliminando el amor
que nos redime y humaniza.
Escuchemos los dictados del corazón
y busquemos en nuestro interior la alegría que nace de conquistar
constantemente la paz, que nos permite vivir sin sobresaltos.
Resumen de la carta: No
juzguemos, para que no seamos juzgados de Mario Medina Correa (MAC)